sábado, 19 de octubre de 2013

Visita a Las Tablas de Daimiel 25-09-2013

Esta visita se produjo de manera casi improvisada. Lo consideré una oportunidad única y que no podía dejar pasar...
La primera toma de contacto fue un poco extraña. Iba acompañado y en el centro de visitantes nos recomendaron hacer la ruta amarilla. Fue extraña debido a la cercanía que encontré mientras andaba por las pasarelas; Todo tipo de anátidas se alimentaban tranquilamente a 4 metros de distancia y pasaban por uno y otro lado de la pasarela. Por un momento tuve la sensación de pasear por un parque de cualquier ciudad. 

Poco tiempo duró, en seguida me daba cuenta de la inmensidad del parque nacional, y de las distintas zonas que lo componen, diversos hábitats y microclimas. 





Esta garceta grande empezaba a dar pistas de ello.














La belleza del lugar estaba presente.



Desconocía que hubiera una laguna de aclimatación, con una red situada a unos 3 metros de altura, por la que paseriformes entraban y salían. Allí, anátidas singulares, migratorias y en peligro grave de extinción, así como dos parejas de martín pescador, convivían esperando la deseada libertad.
El Ánade silbón, Pato colorao, Porrón pardo, Cerceta pardilla, Tarro blanco y Porrón moñudo son algunos ejemplos.








Me dejó boquiabierto una buena extensión de tarajes por la que transcurría un sendero. Perfecto refugio para todo tipo de "pequeñajos" . Un "bicho" con el tamaño de un mirlo se posó en uno de ellos. Revisando las fotos no cabía de sorpresa y alegría... Un torcecuello!! 




















Bonita y perfecta forma de acabar el día y esta primera toma de contacto. 
El segundo y último día, desde el amanecer, me esperaba.

12 km en bicicleta separan Daimiel pueblo de "Las Tablas". De camino empezaba un nuevo y emocionante día a mis espaldas.























Lo poco que descubrí de Castilla La Mancha me fue suficiente para decir que me parece una tierra fantástica, tierras ricas de cultivo, campos infinitos repletos de parras, dehesas...


Algunas paradas eran obligadas, como este grupo de ánsares buscando brotes nuevos y una collalba rubia pendiendo de un cable.

      

Junto al parque transcurre el río Guadiana, que dejaba una hermosa estampa, además de un antiguo molino.



Dispuse de todo el día para recorrer la ruta roja y azul.
Para un ornitólogo considero estos dos recorridos los más "naturales" y "salvajes", respecto al amarillo, más turístico.
En la roja, la vista que dejan los observatorios hacia la laguna son impresionantes, al igual que pasear por una zona de taray y álamos blancos.


Un papamoscas cerrojillo parecía darme los buenos días.


Una mancha alargada en el cielo... era un grupo de unos 30 flamencos que no pararon en el parque, pero te dejan momentos de deleite para los ojos. 


Ya en los avistaderos, me llamaron poderosamente la atención los insistentes reclamos de un joven somormujo lavanco, que perseguía a la madre para recibir el desayuno.




Los carrizos y juncos que bordean la laguna siempre reciben visita. En esta ocasión la del ruiseñor bastardo y el carricero común.



Ya de vuelta, no podía faltar un simpático buitrón.


Por momentos me rodeaba esa magnífica sensación de soledad, una inevitable inquietud que te activa los 6 sentidos, algo difícil de expresar. Sentirte solo y pequeño ante tan inmensa naturaleza, ante tanta diversidad, ante un silencio gustoso.

Una libélula calentaba su cuerpo al sol.



Siempre agradezco la aparición de algún mosquitero, en este caso el musical. Me fascinan estos pequeñines.


Para alargar la vuelta, antes de llegar al sendero azul recorrí el amarillo por el perímetro. 

El espectáculo de 3 fumareles cariblancos lanzándose en picado para cazar insectos estuvo genial.


La presencia del somormujo lavanco es común aquí.



Antes de entrar a uno de los observatorios me paré a observar a esta preciosa libélula.


Y esta peculiar y curiosa pareja que en la zona del embarcadero, parecían refrescarse y aparearse al mismo tiempo.


Los arácnidos no faltan a la cita. Tejedores por excelencia y para su supervivencia.


Ya en la ruta azul, lo mejor estaba por llegar. Son un total de 4 observatorios, repartidos linealmente. Aquí los restos de cangrejo rojo abundan. Un ejemplo perfecto lo pone una garza imperial, que aterrizó, inspeccionó unos minutos aquel recoveco y levantó el vuelo disgustada. 



Poco después llegó una garza real, con lo que parecía uno de estos cangrejos... pero no... era una buena pieza de pez!! Fue curiosísimo como estuvo 15 minutos dándole picotazos contra el suelo para partirlo en dos, y es que era grande para tragarlo de una vez... Finalmente desiste y se lo echa al buche. Tuvo que retorcer y girar su largo cuello para que llegara al estómago. 


En uno de estos observatorios, tomaba un aperitivo tranquilamente. Había un grupo numeroso de fochas comunes. De repente, algunas de ellas comenzaron a reclamar en forma de alerta y absolutamente todas se refugiaban en los laterales, ocultas entre carrizos. Lógicamente, en esos momentos me viene a la mente la imagen de una rapaz, algo debía de andar cerca que asustara a tanta focha. No veía nada y en menos de un minuto escucho un estruendo... algo que parecía haber caído al agua. Giré la cabeza y de frente levantaba el vuelo a ras del agua.... la adrenalina se dispara al 300%. Pude tirar dos o tres fotos, pasó por encima y por detrás del observatorio. Como una flecha salté del banco, salí hacia fuera y tuve la gran suerte de que volaba haciendo círculos durante un par de minutos... El águila pescadora!!! había cogido un barbo!


Comenzó a coger altura y me percaté de que otras dos rapaces la acosaban para que soltara el pez.
Eran dos laguneros, un macho adulto y un juvenil. Finalmente tuvo que soltarlo.



De vuelta al observatorio revisé todas las ráfagas. Al ver la segunda foto casi me saltan las lágrimas. Cualquiera que pudiera estar viéndome me tacharía de loco, de emoción!


Entre tanto, otro lagunero se acercó bastante.


A los 10 minutos vuelve a ocurrir lo mismo con las fochas!! esta vez la pescadora estaba encima cirniéndose antes de tirarse. Preparé la cámara y la pista de cuando lanzaba el picado me la dio un zampullín común que quiso quedarse visible, cuando de repente se zambulle precipitadamente... el momento bichero de mi vida acontecía!! en mis propias narices se lanza a por un pez... sin palabras... un momento mágico y difícilmente repetible. Pongo la primera, tercera y cuarta batiendo las alas, de toda la serie... suspiré al ver que el enfoque automático de la cámara funcionó rápidamente. 

Os dejo una ampliación de una de ellas. Se puede apreciar hasta el último detalle.




Después del momento eufórico, continuaba el sendero, aún cuando las piernas todavía temblaban..

El último observatorio en forma de torre mirador se divisaba al fondo.


Allí pude tener una visión general del parque nacional, y tuve la gran suerte de ver un grupo de cigüeñas blancas.




De vuelta y para acabar la tarde, un confiado triguero dejó que me acercara mucho.


La experiencia llegaba a su fin...


Gratificante es un adjetivo que queda muy corto para definir mi visita a las tablas. Mi primer parque nacional, sin duda inolvidable. Muy bien cuidado, gestionado y respetado. 
Mi experiencia es sólo una pequeña muestra de todo lo que allí se puede observar. La diversidad en especies es casi infinita.Mereció sobradamente la pena cualquier esfuerzo. 
Es una ventana magnífica donde no solo el ornitólogo puede asomarse, también cualquier aficionado a la naturaleza en general. Os lo aconsejo, yo lo tengo muy claro... VOLVERÉ! 


Hasta pronto!!